Los adolescentes han desarrollado en redes sociales un lenguaje propio, hecho de siglas, números y códigos, para comunicarse rápido y, en muchos casos, evitar la mirada de los adultos. Algunas abreviaturas son inofensivas; otras pueden ser señales de riesgo (desde encuentros íntimos hasta conductas autolesivas).
Aquí te explicamos qué significan las claves más repetidas, por qué las usan y qué pueden hacer padres y educadores.
¿Qué significan exactamente MOS, DOS y CU46?
MOS y DOS son avisos sencillos: MOS = Mom Over Shoulder (mamá está al lado) y DOS = Dad Over Shoulder (papá está al lado). Con estas siglas el joven alerta a la otra persona en el chat de que un progenitor puede estar viendo la pantalla y que conviene cortar o disimular la conversación.
Te podría interesar
CU46, en cambio, es uno de los códigos que aparecen en la lista de términos vinculados a riesgos: suele interpretarse como “see you for sex” o pedir contenido íntimo (en algunas guías en español lo traducen como “desnúdate ante la cámara” o “quedemos para sexo”). Es un ejemplo de cómo combinaciones aparentemente inocuas esconden peticiones sexuales explícitas.
¿Todos los códigos son peligrosos o hay diferencias?
No todos los códigos implican riesgo. Existen mensajes cariñosos o cotidianos (por ejemplo, 143: “te amo”; BRB: “vuelvo ahora”), pero también aparecen abreviaturas de alarma o riesgo: KMS (”kill myself”: “suicidarme”), LMIRL (“let’s meet in real life”: quedar en persona), GNOC (“get naked on camera”) o códigos para avisar de adultos (CD9: POS) y pedir ayuda (505: S.O.S.).
Te podría interesar
Las organizaciones que estudian estos usos, como la Fundación ANAR, distinguen entre códigos inofensivos y los que requieren atención adulta. Además, autoridades y cuerpos policiales han alertado sobre el uso de estos términos porque pueden facilitar grooming, sextorsión o encuentros no deseados. Por eso varios departamentos y medios han publicado advertencias públicas al respecto.
¿Por qué usan estos códigos los adolescentes?
La razón principal es práctica: los menores buscan privacidad y rapidez en entornos donde sienten que pueden ser observados o censurados. Las siglas permiten avisar en segundos que hay un adulto cerca, o comunicarse sobre temas que consideran íntimos sin dejar rastro obvio.
También funcionan como lenguaje grupal: refuerzan sensación de pertenencia y discreción entre pares.
¿Qué pueden hacer padres y educadores ante estas señales?
- Informarse: conocer los códigos más comunes ayuda a distinguir entre juego y riesgo. Las guías públicas, como la de ANAR, son un buen punto de partida.
- Comunicación abierta y no punitiva: preguntar con calma, sin acusar, suele dar mejores resultados que la vigilancia extrema.
- Herramientas de seguridad: combinar diálogo con controles parentales técnicos y configuración de privacidad en apps (pero sin sustituir la confianza).
Actúa ante señales de peligro para tus adolescentes: si detectas códigos relacionados con autolesión, explotación sexual o intentos de encuentro físico con desconocidos, contacta con profesionales (servicios de protección infantil, policía o líneas de ayuda) y conserva pruebas para ayudar en una posible investigación.
